¿Cuál es el valor real de los equipos españoles?

Expansión publciaba en su edición del pasado mes de octubre las conversaciones de Ruiz de Lopera con Luis Portillo para la venta de su paquete de acciones. La negociación del precio se está moviendo entre los 30 y 90 millones de euros por un paquete del 55% del capital de la sociedad bética. Hay dos cosas que llaman poderosamente la atención:

- Si tenemos en cuenta que Lopera adquirió su paquete de acciones por cuatro millones en 1992, podemos determinar que su inversión ha sido enormemente rentable a pesar del supuesto estado ruinoso del fútbol patrio. De la negociación se deriva que sí se ha producido una rentabilidad económica pero que no ha sido accesible para los accionistas minoritarios.

- Portillo precisó de lanzar OPAs para controlar sus últimas adquisiciones inmobiliarias, Inmocaral y Colonial. Si el Bétis cotizara en bolsa, Portilla se vería en la obligación de lanzar una OPA por la totalidad del capital. De esta manera los accionistas minoritarios se beneficiarían de la oferta al obtener el mismo precio que el principal accionista y también tendrían la oportunidad de abandonar la sociedad si no les agradaran los nuevos gestores.

Si los equipos cotizaran en bolsa, los accionistas minoritarios verían protegidos sus derechos ante situaciones similares por la legislación y por la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Pero por el contrario se encuentran en una situación de indefensión ante la inhibición de los organismos deportivos como Consejo Superior de Deportes o la Liga de Fútbol Profesional.

Pero la intervención más relevante sería sin duda la de los propios accionistas minoritarios si desean defender sus derechos. En 1995 los aficionados de Sevilla y Celta salieron a la calle para evitar el descenso de sus equipos por las sanciones derivadas de la incompetencia de sus gestores. En aquella ocasión protestaron contra quien imponía las sanciones y no contra quien las habían provocado con su actuación. Esperemos que en esta ocasión sí defiendan sus derechos ante los gestores de los equipos.

Queda la esperanza que si se concreta el traspaso de acciones, el nuevo propietario, presidente de una gran empresa cotizada, articule unas mínimas medidas de gobierno corporativo que protejan a los accionistas minoritarios. Esto facilitaría posibles ampliaciones de capital futuras, limpiaría la imagen del fútbol y provocaría el cambio de gestión (o lo que es lo mismo, de cabeza) necesario en un fútbol caracterizado por el oscurantismo y el gilismo.

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